El consumo del tabaco en sus múltiples formas, ya sea fumado, aspirado o masticado, provoca sin duda infinidad de riesgos, entre ellos el de contraer cáncer de pulmón o cáncer laríngeo, de la cavidad oral, esófago y estómago, sobre todo en los casos en que se consume con bebidas alcohólicas.
Asimismo, contribuye también en gran medida a la aparición
del cáncer vesical y cáncer renal, pancreático, cérvico-uterino, de mama, leucemia
y cáncer anal. En general, este mal hábito comienza a temprana edad, por varias
razones, entre ellas, para imitar a determinados ídolos o personas que admiran,
como padres, profesores, artistas, deportistas…
Otras razones son el darse importancia ante los amigos, calmar
el estrés o la frustración, o como forma de entretenimiento. Sin embargo, muchas
veces no nos damos cuenta de que cuando fumamos no sólo nos perjudicamos a nosotros
mismos, sino que también obligamos de alguna forma a los que están a nuestro
alrededor a respirar el humo; a estas personas se les llama fumadores pasivos,
y tienen el mismo riesgo de contraer los tipos de cáncer anteriormente mencionados
que los propios fumadores.
A pesar de la legislación anti-tabaco promovida en muchos países
en los últimos años, todavía existen muchos lugares donde se puede fumar libremente,
en detrimento de la salud de la población no fumadora. Por tanto, está comprobado
que el hábito de fumar provoca cáncer, y esto hace que al año mueran más personas
por esta causa que por el alcohol, accidentes de coche, suicidios, SIDA, homicidios
y drogas ilegales juntos. Ante un eventual problema de tipo cancerígeno, es
importante la prevención; pero si ya se ha tenido relación con el tabaco, bien
en el pasado o en el presente, hay que realizarse revisiones periódicas para
detectar cualquier posible principio de cáncer.
Cualquier cambio en la salud, ya sea interna o externamente,
debe ser inmediatamente comunicada en el centro médico, pues hoy en día cuenta
mucho lo rápido que se aplique el tratamiento para la curación. Así, por ejemplo,
si hay cualquier cambio al toser (como expulsar más flema o sangre), ronquera,
dificultades para respirar o respiración sibilante, dolores de cabeza frecuentes,
dolor en el pecho, pérdida de apetito y de peso, cansancio en general e infecciones
constantes, es probable que algo esté pasando en nuestro organismo relacionado
con este hábito, como un carcinoma en el pulmón.
El cáncer de pulmón es, según estudios comprobados, la principal
cause de muerte por cáncer entre hombres y mujeres, y uno de los cánceres más
difíciles de tratar y de curar.
El riesgo de padecer cáncer de pulmón o cualquier otro tipo
de cáncer relacionado con el tabaco, es directamente proporcional al tiempo
al que se haya estado expuesto al mismo; esto se mide dependiendo del número
de cigarrillos fumados al día, la edad con la que se empezó a fumar y el número
de años de adicción. La buena noticia es que este riesgo disminuye considerablemente
si se deja de fumar, aumentando así la esperanza de vida si el tiempo es considerable
desde que se abandonaron los cigarrillos.
Así, si se dejó de fumar en la juventud, los beneficios para
la salud son mayores, pero incluso para aquellos que ya han pasado la cincuentena,
es una clara apuesta por la mejora de la salud, ya que nunca es tarde para abandonar
el tabaco. Empezar desde hoy es el mejor consejo que se le puede dar a un fumador.